Galilea Montijo: "A los 9 años trabajaba para comer"
La vida, a veces, nos presenta desafíos inesperados que nos obligan a reinventarnos. En el camino, encontramos lecciones valiosas que moldean nuestro carácter y nos definen como personas
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Galilea Montijo, la querida presentadora mexicana, nos revela en una entrevista íntima el secreto detrás de su incansable espíritu: una infancia marcada por la adversidad, pero llena de un amor familiar inquebrantable. “La pobreza nos enseñó el verdadero valor de compartir, incluso cuando no había mucho que compartir”, confiesa con una sonrisa nostálgica, desvelando un capítulo de su vida que la moldeó para siempre.
Desde muy joven, Galilea aprendió el significado del trabajo duro. A los 9 años, su ingenio y tenacidad la llevaron a encontrar pequeñas oportunidades para ayudar a su familia. “Cuidaba niños, lavaba platos… cualquier cosa que me permitiera llevar algo de dinero a casa. Cada centavo era una victoria”, recuerda con orgullo. Esta temprana responsabilidad la convirtió en un pilar fundamental para su madre y hermanos, asumiendo roles que normalmente corresponden a adultos.
La ausencia de su padre la obligó a madurar prematuramente. A sus 11 años, Galilea se encargaba de las tareas domésticas, llevaba a sus hermanos a la escuela y se aseguraba de que todos tuvieran algo que comer. “Me convertí en una especie de segunda madre para mi mamá,” afirma, con una mezcla de cariño y resiliencia.
Su camino hacia el éxito fue un largo y arduo proceso. Un trabajo como recepcionista en una clínica dental le dio la independencia económica que tanto anhelaba, aliviando la carga sobre su madre. Luego, un concurso de belleza se convirtió en un punto de inflexión, llevándola de Guadalajara a la Ciudad de México, y abriendo las puertas a una carrera llena de brillo y reconocimiento. “Fue un cambio que transformó no solo mi vida, sino la de toda mi familia,” asegura.
El éxito no la alejó de la importancia de la familia y la educación de sus hijos. Galilea inculca en ellos la importancia de la gratitud y la solidaridad. “Desde pequeños, les enseñé a compartir sus juguetes con niños menos afortunados, donándolos a hospitales infantiles,” comenta con satisfacción. Este gesto refleja la generosidad que aprendió en su propia infancia.
Su filosofía de vida se resume en una sencilla pero poderosa frase: “El privilegio conlleva una gran responsabilidad. Ambos van de la mano, son inseparables.”, un principio rector que la guía en sus decisiones personales y profesionales.
La entrevista concluye con una cálida reflexión sobre el valor de la familia y la importancia de compartir, no solo la comida, sino también el amor, la comprensión y la generosidad. Una lección de vida que Galilea ha aprendido y que continúa compartiendo con el mundo, demostrando que el éxito se construye sobre bases sólidas de humildad y gratitud.