Culiacán: Presión por la renuncia de Rubén Rocha tras ola de violencia
La indignación se palpa en el ambiente. El jueves pasado, Culiacán se convirtió en escenario de una protesta contundente, un reflejo del hartazgo ciudadano ante la escalada de violencia que azota la región
La incertidumbre planea sobre Culiacán tras la violenta protesta que sacudió el Palacio de Gobierno. El detonante: el asesinato de una familia, un padre y sus dos hijos, Alexander “N” de 9 años y Gael Antonio “N” de 12, en un supuesto asalto que ha desatado la indignación colectiva y puesto en jaque la gobernabilidad del estado.
Imágenes desgarradoras muestran la furia de la multitud: la escuela primaria “Sócrates” se convirtió en punto de partida de una marcha que rápidamente se tornó violenta. Manifestantes, cegados por el dolor y la impotencia, irrumpieron en las instalaciones del Palacio de Gobierno, dejando tras de sí un rastro de destrucción. “¡Justicia!”, “¡Responsables!”, “¡Basta de impunidad!”, resonaban los gritos entre el caos. La fuerza del descontento se tradujo en paredes destrozadas, mobiliario hecho añicos, un reflejo palpable del profundo malestar social.
Niños y adultos, unidos por la indignación, participaron en la protesta, pintando un cuadro desolador de la situación en Sinaloa. La escena de la protesta, con sus boquetes en las paredes y la tensión palpable, refleja la fragilidad del tejido social ante la escalada de violencia.
Mientras la Secretaría de Seguridad y Protección Civil, bajo el mando de Omar García Harfuch, asegura que se ha iniciado una investigación exhaustiva para esclarecer los hechos y dar con los responsables del crimen, las declaraciones del secretario general de gobierno, Feliciano Castro Meléndrez, han sido recibidas con escepticismo. En una conferencia de prensa, Meléndrez afirmó que se trabaja en la problemática de inseguridad en Sinaloa, declarando: “El caso de estos niños, como muchos otros, está siendo investigado por la Secretaría de Seguridad Pública. Combatimos la inseguridad para lograr la paz”. Sin embargo, las palabras parecen caer en saco roto ante la magnitud de la tragedia y la efervescencia social.
La situación en Culiacán permanece tensa, con la población exigiendo respuestas contundentes y acciones efectivas para frenar la ola de violencia que ha cobrado la vida de la familia y ha dejado una profunda cicatriz en la sociedad sinaloense. El futuro de la investigación y las consecuencias políticas de la protesta aún son inciertos.