Huracán Erick deja dos víctimas mortales en Oaxaca
El sur de México se enfrenta a las secuelas de un potente fenómeno meteorológico que azotó la región; las lluvias torrenciales y los fuertes vientos dejaron una estela de destrucción, impactando la vida de miles de personas

Las lluvias torrenciales y los fuertes vientos del huracán "Erick" han dejado una estela de destrucción a lo largo de las costas de México. Con un saldo preliminar de dos víctimas mortales y pérdidas económicas millonarias, el paso del huracán ha expuesto la fragilidad de las comunidades ante la furia de la naturaleza. A pesar de que el CNH reportó su debilitamiento a un sistema de baja presión, sus consecuencias son devastadoras y de largo alcance.
En Oaxaca, la vida de un hombre se perdió en medio de las labores de limpieza post-huracán, víctima de una descarga eléctrica mientras removía escombros. Mientras tanto, en Guerrero, la fuerza implacable del agua arrebató la vida de un menor de edad, subiendo la trágica cuenta de las víctimas. Estos eventos subrayan la urgencia de implementar medidas de seguridad y prevención ante los desastres naturales.
El impacto económico del huracán es igualmente significativo. Acapulco, uno de los destinos turísticos más importantes de México, sufrió pérdidas económicas estimadas en 1,878 millones de pesos, según la Canaco. El cierre de más de 18,000 empresas durante la emergencia refleja la magnitud de la crisis económica que enfrenta la región.
El panorama en las zonas afectadas es desolador. Las imágenes muestran comunidades costeras devastadas, con casas destruidas, infraestructura dañada y una población sumida en la desesperación. Testimonios como el de Francisca Ávila, una ama de casa afectada en Lagunas de Chacahua, quien relata la pérdida total de sus pertenencias y la falta de ayuda, reflejan la magnitud de la crisis humanitaria.
La respuesta gubernamental a la emergencia está en marcha, con el despliegue del plan DN-III y la movilización de cientos de militares para labores de rescate y asistencia. Sin embargo, la magnitud del desastre requiere un esfuerzo coordinado y sostenido para atender las necesidades de las poblaciones afectadas y para fortalecer la resiliencia de las comunidades ante futuros eventos climáticos. La memoria del huracán Otis, aún fresca en la mente de los habitantes de Acapulco, sirve como un amargo recordatorio de la vulnerabilidad de la región ante estos fenómenos naturales.
El camino hacia la recuperación será largo y arduo, requiriendo una inversión significativa en infraestructura y programas de prevención para evitar tragedias similares en el futuro. La reconstrucción no sólo implica la reparación de las infraestructuras dañadas, sino también la restauración de la esperanza y la fortaleza de las comunidades afectadas.